Ex tenebra, de José Rivera Guadarrama.
Imágenes de Víctor Argüelles.
Ciudad de México, 2014. Mil ejemplares.
Si Ex Tenebra de
Rivera Guadarrama fuera un paisaje, sería el de una ciudad en ruinas y
humeante, donde antes hubo risas y sueños, pero ahora sus templos, monumentos y
edificios están rotos, quebrados por la irrupción inmisericorde de la realidad.
La maleza ha resurgido de entre los escombros, devolviéndole la vida a esas
piedras cimbradas por el dolor; el dolor de la inocencia perdida, que habitará
su ser como una música de fondo que no termina nunca. (Pájaro con el cuello roto dentro de un jarrón de porcelana). Esas
ruinas ofrecen ahora pequeños nichos de verdad, atmósferas sencillas donde la
luz se hermana con el agua para revelar el espíritu. La luz mortecina de la primera parte testimonia una vivencia
solitaria, noctámbula, salpicada por la frivolidad evanescente del cabaret, el
bar, el club nocturno, la compra-venta sexual que se agota en el vacío. El tono
de desesperanza y sinsentido es resultado natural de la ecuación. El espíritu
poético se regodea ante la nostalgia de la posibilidad. Diríase que, en un
chispazo de ilusión, construye una poética de la melancolía, ese delicioso
placer de estar triste. Sin embargo, en este tránsito a la luz que nace en la
tiniebla la voluntad de ser apuesta a la vida, reafirma su pulsión erótica,
como lo hace en Elijo ser I y II. Es
en el poema Mosca, quizás, donde
construye el símbolo que mejor representa su angustia terminal, punto final de una prematura autobiografía.
O acaso, sea en Agua, donde se reconcilie con la
naturaleza de su condición, y asuma que no le queda más que ser lo que se es.
Desde el constructo de ese yo, se inserta en la estirpe suicida de quien se
abisma en su pasión, como el arponero Achab, imagen que explora en De marineros, y hace de una línea en Mortis, un epitafio de sabiduría que ha
habrá de honrar en vida: “quiero ser
mirra en un rostro de jade”.
José Manuel Ruiz Regil
No hay comentarios:
Publicar un comentario